jueves, 24 de octubre de 2013

Arthur Schopenhauer - El Amor, Las Mujeres y La Muerte


Arthur Schopenhauer fue un filósofo alemán, nació el 22 de febrero de 1788 en Danzig (hoy Gdansk), Polonia. Hijo de un próspero comerciante. Cursó estudios en las universidades de Gotinga, Berlín, y Jena. Se radicó en Frankfurt del Main, donde llevó solitaria dedicado al estudio de las filosofías budista e hinduista y del misticismo. Elaboró un original sistema que recogía el pensamiento de los clásicos como Platón y de su antecesor Kant para llevarlos a budismo e hinduismo, cerrando así el círculo de la filosofía para llevarla de nuevo a sus orígenes, a las culturas más antiguas de la humanidad. Influenciado ideas del teólogo y filósofo ecléctico Meister Eckhart, del teósofo y místico alemán Jakob Boehme, y de los eruditos del renacimiento y de la Ilustración. En 1811 se radica en Berlín para seguir los cursos de Johann Gottlieb Fichte y Schleiermacher. Ambos filósofos le decepcionan de la misma manera que Friedrich von Schelling, a quien leyó intensamente. Además de filosofía también se matriculó en cursos de filología clásica y de Historia y asistió a un buen número de cursos de .

En su obra principal, El mundo como voluntad y representación (1819), propone los elementos éticos y metafísicos dominantes de su filosofía atea y pesimista. Se opuso a las ideas del filósofo alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel, que creía en la naturaleza espiritual de toda realidad. Aceptó con reservas, la teoría del filósofo alemán Immanuel Kant, de que los fenómenos existen sólo en la medida en que la mente los percibe como representaciones. Según Schopenhauer la tragedia de la vida surge de la naturaleza de la voluntad, que incita al individuo sin cesar hacia la consecución de metas sucesivas, ninguna de las cuales puede proporcionar satisfacción permanente a la actividad infinita de la fuerza de la vida, o voluntad. Desde el punto de vista epistemológico, sus ideas pertenecen a la escuela de la fenomenología.

Famoso por su misoginia, aplicó sus ideas al considerar los principios que constituyen el fundamento de la actividad sexual humana, defendiendo que los individuos se unen no por las sensaciones sentimental sino por los impulsos irracionales de la voluntad. Su influencia se aprecia en las primeras obras del filósofo Friedrich Nietzsche, en las óperas del compositor alemán Richard Wagner y en muchos de los trabajos filosóficos y artísticos del siglo XX. Arthur Schopenhauer murió en Fráncfort del Meno el 21 de septiembre de 1860 a consecuencia de un paro cardiorrespiratorio.



EL AMOR, LAS MUJERES Y LA MUERTE

El amor, las mujeres y la muerte es una recopilación de ensayos escritos por el filósofo del s. XIX Arthur Schopenhauer, en el que no sólo se tratan los temas referidos por el título, sino también otros tantos que ocupan aproximadamente la misma cantidad de páginas en el libro. La primera sección de la obra es la más larga, y está dedicada al fenómeno del amor “verdadero” o pasional, que Schopenhauer identifica con una estratagema concebida por la Naturaleza para asegurar la supervivencia de nuestra especie, algo así como una evolución del instinto reproductor de los animales. El autor es capaz, incluso, de ordenar las preferencias de los hombres con respecto a las mujeres, en base a las necesidades de la Naturaleza: en primer lugar, prima su belleza, es decir, su semejanza física con el arquetipo de mujer, en la que se incluyen matices tales como una edad comprendida entre los quince y los veintiocho años, una buena salud y un esqueleto proporcionado; en segundo lugar, las cualidades psíquicas, su inteligencia en particular, puesto que, según él, los hijos la heredan siempre de la madre; y, por último, las consideraciones relativas, que varían según el individuo, y que persiguen el equilibrio entre las características de la pareja. Así, a una persona le resultará especialmente atrayente alguien con cualidades opuestas a las suyas, ya que, de este modo, su descendencia será más equilibrada y virtuosa.  Las mujeres, por su parte, mantienen el mismo orden de preferencia, pero con algunas variaciones: prefieren, por lo visto, a los hombres con una edad comprendida entre los treinta y los treinta y cinco años, no tanto que sean hermosos, sino más bien fornidos, y se interesan más por su carácter y valentía que por su intelecto, de nuevo porque es la parte psicológica que sus hijos heredarán de él. De aquí procede que a menudo amen las mujeres a hombres feísimos, pero nunca a hombres afeminados, porque no pueden ellas neutralizar semejante defecto”. 

La segunda sección habla exclusivamente de la mujer, y ya desde el principio la acusa de poseer una inteligencia limitada y una “miopía intelectual” que la lleva a observar con profundidad las cosas cercanas y a ignorar las más lejanas. Para Schopenhauer, las mujeres no tienen categoría; son como niños grandes, mentirosas y torpes en el arte, y existen únicamente para la propagación de la especie. Cito textualmente: “No debería haber en el mundo más que mujeres de interior, aplicadas a los quehaceres domésticos, y jóvenes solteras, que se formasen no en la arrogancia, sino en el trabajo y en la sumisión”. El tercer asunto a tratar es la muerte. Parece estar fuera de lugar, pero en realidad ofrece con claridad el mensaje principal y la conclusión irrefutable de todo lo anterior: que el individuo es efímero y carente de importancia. Nosotros morimos, la especie, no. “El óraculo de la Naturaleza se extiende a nosotros. Nuestra vida nuestra muerte no le conmueven y no debieran emocionarnos, porque nosotros también formamos parte de la Naturaleza”.

"Querer es esencialmente sufrir, y como vivir es querer, toda vida es por esencia dolor. Cuanto más elevado es el ser, más sufre... La vida del hombre no es más que una lucha por la existencia, con la certidumbre de resultar vencido. La vida es una cacería incesante, donde los seres, unas veces cazadores y otras cazados, se disputan las piltrafas de una horrible presa. Es una historia natural del dolor, que se resume así: querer sin motivo, sufrir siempre, luchar de continuo, y después morir... Y así sucesivamente por los siglos, de los siglos hasta que nuestro planeta se haga trizas." Arthur Schopenhauer



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Friedrich Nietzsche - Así Habló Zaratustra "Un Libro Para Todos y Para Nadie"

 

Friedrich Wilhelm Nietzsche fue un filósofo, poeta y filologo alemán. Nació el 15 de octubre de 1844 en Röcken, región de Turingia. Perteneciente al reino de Sajonia fue anexionada en 1815 a Prusia. Primogénito del pastor luterano Karl Ludwig, también hijo de pastor, quien se había casado con Francisca Oehler en 1843. Su padre fue preceptor en la corte de Altemburgque y falleció cuando él tenía 5 años. Tras la muerte del padre en 1849 y el hermano pequeño en 1850, la familia se trasladó a Naumburg, donde vivió con la abuela materna y las hermanas solteras del padre bajo la vigilancia de un magistrado local, Bemhard Dächsel. Comienza a escribir un diario, así como a pasar las vacaciones con sus tíos en Pobles. Muere la abuela materna en abril de 1856. Se traslada a otra casa, sin la tía Rosalie. Comienzan su dolores de cabeza y de ojos. Recibe vacaciones especiales por este motivo. En 1854, comenzó a asistir al Dongymnasium en Naumburg, pero habiendo demostrado un talento especial para la música y el lenguaje fue admitido en la reconocida Schulpforta, donde continuó sus estudios desde 1858 hasta 1864. Después de su graduación, en 1864, Nietzsche comenzó sus estudios en Teología y Filología Clásica en la Universidad de Bonn. Por un corto período de tiempo fue un miembro del Burschenschaft Frankonia. Tras un semestre, para disgusto de su madre, abandonó sus estudios de Teología y comenzó los de Filología con el profesor Friedrich Wilhelm Ritschl. Al año siguiente siguió a éste a la Universidad de Leipzig. Fue nombrado profesor de Filología Griega en la Universidad de Basilea cuando contaba 24 años. Su trabajo sobre de Diógenes Laercio recibe el premio de la Universidad. El estudio sobre Teognis aparece en el "Rheinisches Museum", XXII, nueva serie. Estudia a Homero, Demócrito y a Kant a través del libro de Kuno Fischer. En 1867 realizó un año de servicio militar voluntario con la división de artillería prusiana de Naumburg. En marzo de 1868 sufrió un accidente ecuestre que le dejó inútil para el servicio. Después de trasladarse a Basilea, Nietzsche renunció a su ciudadanía alemana, manteniéndose durante el resto de su oficialmente sin estado. Sin embargo sirvió en el bando prusiano durante la Guerra Franco-Prusiana como médico camillero. Su paso por la milicia fue corto, pero vivió múltiples experiencias. Allí fue testigo de los efectos traumáticos de la batalla. Contrajo la difteria y la disentería. 

Nietzsche recibió influencias de la cultura helénica, en particular de las filosofías de Sócrates, Platón y Aristóteles, también estuvo influenciado por el filósofo alemán Arthur Schopenhauer, por la teoría de la evolución y por su amistad con el compositor alemán Richard Wagner. En 1872, Nietzsche publica su primer libro, El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música. Autor de obras como: Así habló Zaratustra (1883-1885), Más allá del bien y del mal (1886), La genealogía de la moral (1887), El crepúsculo de los dioses (1888), El Anticristo (1888), Ecce Homo (1889) y La voluntad de poder (1901). Creía que los valores tradicionales habían perdido su poder en las vidas de las personas, lo que llamaba nihilismo pasivo. Lo expresó en su proclamación "Dios ha muerto". Convencido que los valores tradicionales representaban una "moralidad esclava", una moralidad creada por personas débiles y resentidas que fomentaban comportamientos como la sumisión y el conformismo porque los valores implícitos en tales conductas servían a sus intereses. Proclamó el imperativo ético de crear valores nuevos que debían reemplazar los tradicionales, y su discusión sobre esta posibilidad evolucionó hasta configurar su retrato del hombre por venir, el 'superhombre' (übermensch). Las masas (a quien denominaba "rebaño" o "muchedumbre") se adaptan a la tradición, mientras su superhombre utópico es seguro, independiente y muy individualista. El superhombre siente con intensidad, pero sus pasiones están frenadas y reprimidas por la razón. Centrándose en el mundo real, más que en las recompensas del mundo futuro prometidas por las religiones en general, el superhombre afirma la vida, incluso el sufrimiento y el dolor que conlleva la existencia humana. Su superhombre es un creador de valores, un ejemplo activo de "eticidad maestra" que refleja la fuerza e independencia de alguien que está emancipado de las ataduras de lo humano "envilecido" por la docilidad cristiana, excepto de aquellas que él juzga vitales. Sostenía que todo acto o proyecto humano está motivado por la "voluntad de poder". No tan sólo el poder sobre otros, sino el poder sobre uno mismo, algo que es necesario para la creatividad. Al concepto de superhombre se le reprochó ser el fruto de un intelectual que se desenvuelve en una sociedad de amos y esclavos y ha sido identificado con las filosofías autoritarias. Ejerció mucha influencia sobre la literatura europea y la teología. Sus conceptos han sido discutidos y ampliados por personalidades como los filósofos alemanes Karl Jaspers, Martin Heidegger y Peter Sloterdijk, el filósofo judío Martin Buber, el teólogo germano-estadounidense Paul Tillich, y los escritores franceses Albert Camus y Jean-Paul Sartre. La proclama de Nietzsche "Dios ha muerto" fue utilizada por teólogos radicales posteriores a la II Guerra Mundial en sus intentos por adecuar el cristianismo a las décadas de 1960 y posteriores.

Conducido por su enfermedad a encontrar climas más compatibles, Nietzsche viajó frecuentemente y vivió hasta 1889 como un autor independiente en diferentes ciudades. Estuvo muchos veranos en Sils Maria, cerca de St. Moritz, en Suiza, y muchos otoños en las ciudades italianas de Génova, Rapallo y Turín, y la ciudad francesa de Niza. En su 44 cumpleaños, Nietzsche tuvo un colapso mental. Ese día fue detenido tras, al parecer, haber provocado algún tipo de desorden público, perdida ya la razón, por las calles de Turín. Lo que pasó exactamente es desconocido aún hoy en día. La versión más extendida sobre lo sucedido dice que Nietzsche vio un caballo en la otra parte de la Piazza Carlo Alberto, corrió hacia él y lanzó sus brazos rodeando el cuello del caballo para protegerlo, desvaneciéndose acto seguido contra el suelo. En los días siguientes, escribió breves cartas para algunos amigos, incluidos Cósima Wagner y Jacob Burckhardt, en las que mostraba signos de demencia y megalomanía. Su delicada salud le obligó a retirarse en 1889. Nietzsche llega a Basilea para ser ingresado en una casa de locos, el diagnostico: "parálisis progresiva". La madre lo recoge y lo lleva consigo a Jena a la Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Binswanger. Tan sólo le permiten que lo visite a mediados de mayo.

Friedrich Nietzsche falleció en Weimar el 25 de agosto de 1900 después de contraer neumonía. Fue incinerado como su padre en la iglesia de Röcken.


ASÍ HABLÓ ZARATUSTRA

El nombre de Zaratustra, el profeta persa, que se dice vivió en el siglo VI antes de Cristo, es tomado por Nietzsche en su obra: “Así habló Zaratustra.” De este modo, en la palabra de Nietzsche,  su obra escrita entre 1883 a 1885, presenta un profeta de un nuevo Dios al que lo proyecta a partir de lo que el autor llama el superhombre. El hombre, en esta obra, no es más que un puente, un tránsito y un ocaso, para alcanzar la aparición de un auténtico hijo, un real heredero de la tierra.
El Dios de la Biblia ha muerto. Así, cuando Zaratustra, luego de estar diez años aislado en una cueva, en las montañas, baja hacia la ciudad ha de encontrarse con un papa, dos reyes, con el más feo de los hombres, un mago, un mendigo voluntario, una sombra. Con todos estos y otros personajes, Zaratustra, por separado, entra en diálogo, según los va conociendo por el camino. Todos admiten que han vivido dentro de una religión y una creencia que no los conduce a nada. La religión es una farsa. El Estado es un monstruo que miente con frialdad al pueblo. De lo cual se llega a que la moral es la hipocresía de la gente.
La verdad cada vez se ha alejado de la realidad, constituyéndose en una gran farsa. La vida en total resulta una total equivocación. Así, quien desee ser un creador en el ámbito del bien y del mal ha de ser antes un destructor y quebrantador de valores. De modo que para realizar el mayor bien se tiene que cometer el mayor mal. Esto significa que si un sacerdote predica la religión que ha aprendido en la Iglesia, aunque lo haga de corazón, está haciendo un mal porque difunde hechos no comprobados y que hacen daño al hombre. Entonces, para hacerle un bien al hombre, debería ese sacerdote quebrantar esos valores y enseñar la realidad. Los buenos siempre han sido el principio del fin.En esta obra Zaratustra, afirma que él habla en parábolas.
El desarrollo de sus textos contiene muchas frases bíblicas, como el que tiene oídos para oír oiga. Y, constantemente, Zaratustra se reafirma en el eterno retorno de lo mismo, cual una condena a la que el hombre no puede escapar. Así, dice que el placer no quiere hijos ni herederos, se quiere a sí mismo, desea eternidad, quiere retorno, quiere todo cuanto es idéntico a sí mismo eternamente.Todo a la inversa de lo que se viene haciendo señala que la moral es superada por la realidad.

"El amor a uno solo es una barbarie, pues se practica a costa de todos los demás. También el amor a Dios".
Friedrich Nietzsche



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HUMANO, DEMASIADO HUMANO


lunes, 21 de octubre de 2013

Paulo Freire - Pedagogía del Oprimido


Paulo Freire, nació en Recife, Brasil, 1921 y murió en São Paulo, 1997) Pedagogo brasileño. Estudió filosofía en la Universidad de Pernambuco e inició su labor como profesor en la Universidad de Recife, como profesor de historia y filosofía de la educación. En 1947 inició sus esfuerzos para la alfabetización de adultos, que durante los años sesenta trataría de llevar a la práctica en el nordeste de Brasil, donde existía un elevado índice de analfabetismo. Con la ayuda del obispo Helder Cámara, promovió en 1961 el denominado «movimiento de educación de base», a la vez que desarrollaba su metodología educativa. Con la llegada al poder en 1964 del general Humberto Castelo Branco, fue detenido y hubo de abandonar el país. En el exilio ejerció como asesor educativo de diversas instituciones, entre ellas la UNESCO. Regresó a Brasil en 1980.

Desde unas creencias profundamente cristianas, Paulo Freire concibió su pensamiento pedagógico, que es a la vez un pensamiento político. Promovió una educación humanista, que buscase la integración del individuo en su realidad nacional. Fue la suya una pedagogía del oprimido, ligada a postulados de ruptura y de transformación total de la sociedad, que encontró la oposición de ciertos sectores sociales. Definió la educación como un proceso destinado no a la domesticación sino a la liberación del individuo, a través del desarrollo de su conciencia crítica. Las ideas educativas de Paulo Freire quedaron recogidas en los diversos ensayos que publicó. Entre otros títulos, destacan La educación como práctica de la libertad (1967), Pedagogía del oprimido (1969) y Educación y cambio (1976).

 

PEDAGOGÍA DEL OPRIMIDO 

La aportación en la obra de Paulo Freire (1921-1997) ha sido importante en el desarrollo de las ideas pedagógicas en la segunda mitad del siglo XX. Sus preocupaciones e ideas lo llevaron a la construcción de una pedagogía enfocada a culturalizar las clases populares. Su visión se centraba en la concepción de una educación libertaria a través de una pedagogía que se realizará con estas clases populares, la clase de los oprimidos, y no para ellas. Es lo que llamó La Pedagogía del Oprimido, editada por primera vez en 1970 que se ha convertido en un best seller entre los estudiosos de la educación. Su método radica en conocer y expresar su propia palabra, la de los oprimidos, con el fin de liberarse. Este camino lleva a diversos aspectos de gran profundidad pues el autor nos ofrece un método que describe con un espíritu filosófico, alimento necesario en donde descansa toda teoría o metodología, de una forma sencilla, clara y abierta. Sus palabras dibujan un pensamiento de preocupación hacia la recuperación de la humanidad, vocación del ser humano perdida por las contradicciones entre opresores y oprimidos describiendo con un desinterés propio de un humanista, la naturaleza de esta contradicción y sus diversos avatares, revelando el miedo a la libertad que no permite la búsqueda del ser más o en otras palabras, la conquista de la libertad.

Este miedo a la libertad que hace referencia el autor es un aspecto impresionante en sí mismo pues radica en la dualidad opresor – oprimido que sólo puede superarse en “el reconocimiento crítico de la razón de esta situación, a fin de lograr, a través de una acción transformadora que incida sobre la realidad, la instauración de una situación diferente, que posibilite la búsqueda del ser más”. Para ello el análisis que hace Freire incluye aspectos como la solidaridad del opresor en la aceptación de la situación del oprimido; la transformación de una realidad objetiva analizando la interacción entre objetividad y subjetividad que produce una atmósfera de diálogo; en la inserción crítica en la realidad para activar la conciencia activa que deriva a una reflexión y acción para la transformación del mundo. Esta reflexión y acción que el autor describe como una praxis auténtica permite ver al ser humano como un ser pensante y no como un objeto al que haya que vigilarse y controlarse. Esta praxis es la que lleva al opresor y al oprimido con base en la lucha de este último en seres humanos liberados. El mismo autor nos comenta: “La pedagogía del oprimido, como pedagogía humanista liberadora, tendrá, pues, dos momentos distintos aunque interrelacionados. El primero, en el cual los oprimidos van descubriendo el mundo de la opresión y se van comprometiendo, en la praxis, con su transformación y, el segundo, en que una vez transformada la realidad opresora, esta pedagogía deja de ser del oprimido y pasa a ser la pedagogía de los hombres en proceso de permanente liberación”.

Hace poco menos de cuatro décadas, Paulo Freire expone las ideas de la Pedagogía del oprimido como una alternativa viable y con resultados exitosos, por ello se ha convertido en lectura obligada en los ámbitos educativos y su valía es indiscutible. Y ahora, en nuestra actualidad latente, ese miedo a la libertad inmerso en una sociedad donde la información, tanto su uso como generación, es un punto medular en las actividades humanas sería interesante analizar el método que propone Freire y el orden opresor que mantiene la tecnología dentro de la sociedad de la información en la que vivimos. Es decir, el análisis entre una educación como práctica de la libertad y la tecnología informática desde la inserción crítica de la realidad, que propone la Pedagogía del oprimido, en la sociedad de la información que permitan identificar los instrumentos y las situaciones que cohíben la reflexión y la acción en la humanización del mundo actual.



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CONSTRUCTOR DE SUEÑOS



jueves, 17 de octubre de 2013

Una Nueva Educación Para Una Nueva Sociedad - William Ospina

William Ospina nació el 2 de marzo de 1954 en Padua, Herveo-Tolima, (Colombia). Su padre era el cantante de folclore colombiano Luis Ospina. Estudió derecho y ciencias políticas en la Universidad Santiago de Cali. Desde su juventud se dedicó a la escritura a través del periodismo y la literatura. Vivió en Europa de 1979 a 1981, y viajó por Alemania, Bélgica, Italia, Grecia y España. En 1982 ganó el Premio Nacional de Ensayo de la Universidad de Nariño, Pasto, con el ensayo Aurelio Arturo, la palabra del hombre y en 1986 publicó su primer poemario: Hilo de Arena. Fue redactor en la edición dominical de diario La Prensa de Bogotá de 1988 a 1989. Escribió ensayos sobre Lord Byron, Edgar Allan Poe, León Tolstói, Charles Dickens, Emily Dickinson, las mil y una noches, Alfonso Reyes, Estanislao Zuleta, literatura árabe, la brujas de Macbeth.

En 1992 obtuvo el primer Premio Nacional de Poesía del Instituto Colombiano de Cultura. En 1999 recibió el Doctorado Honoris Causa en Humanidades de la Universidad Autónoma Latinoamericana, de Medellín, y en 2005 el Doctorado Honoris Causa en Humanidades de la Universidad del Tolima. En el año 2005 publicó su primera novela Ursúa. Ha colaborado con el diario El Espectador. Es socio fundador de la revista literaria Número y desde hace tres años escribe una columna semanal en la revista Cromos. Recientemente ha sido galardonado el Premio Rómulo Gallegos 2009 por El país de la canela. William Ospina está considerado como uno de los poetas y ensayistas más destacados de las últimas generaciones y sus obras son mapas eruditos de sus amores literarios, acompañados de declaraciones ideológicas sobre la historia y el mundo moderno.

Preguntas para una nueva educación


Cada cierto tiempo circula por las redacciones de los diarios una noticia según la cual muchos jóvenes ingleses no creen que Winston Churchill haya existido, y muchos jóvenes norteamericanos piensan que Beethoven es simplemente el nombre de un perro o Miguel Angel el de un virus informático. Hace poco tuve una larga conversación con un joven de veinte años que no sabía que los humanos habían llegado a la luna, y creyó que yo lo estaba engañando con esa noticia.
Estos hechos llaman la atención por sí mismos, pero sobre todo por la circunstancia de que pensamos que nunca en la historia hubo una humanidad mejor informada. En nuestro tiempo recibimos día y noche altas y sofisticadas dosis de información y de conocimiento: ver la televisión es asistir a una suerte de aula luminosa donde se nos trasmiten sin cesar toda suerte de datos sobre historia y geografía, ciencias naturales y tradiciones culturales; continuamente se nos enseña, se nos adiestra y se nos divierte; nunca fue, se dice, tan entretenido aprender, tan detallada la información, tan cuidadosa la explicación. Pero ¿será que ocurre con la sociedad de la información lo que decía Estanislao Zuleta de la sociedad industrial, que la caracteriza la mayor racionalidad en el detalle y la mayor irracionalidad en el conjunto?
Podemos saberlo todo de cómo se construyó la presa de las tres gargantas en China, de cómo se hace el acero que sostiene los rascacielos de Chicago, de cómo fue el proceso de la Revolución Industrial, de cómo fue el combate de Rommel y Patton por las dunas de África. ¿Por qué a veces sentimos también que no ha habido una época tan frívola y tan ignorante como ésta, que nunca han estado las muchedumbres tan pasivamente sujetas a las manipulaciones de la información, que pocas veces hemos sabido menos del mundo?
Nada es más omnipresente que la información, pero hay que decir que los medios tejen cotidianamente sobre el mundo algo que tendríamos que llamar “la telaraña de lo infausto”. El periodismo está hecho sobre todo para contarnos lo malo que ocurre, de manera que si un hombre sale de su casa, recorre la ciudad, cumple todos sus deberes, y vuelve apaciblemente a los suyos al atardecer, eso no producirá ninguna noticia. El cubrimiento periodístico suele tender, sobre el planeta, la red fosforescente de las desdichas, y lo que menos se cuenta es lo que sale bien. Nada tendrá tanta publicidad como el crimen, tanta difusión como lo accidental, nada será más imperceptible que lo normal. En otros tiempos, la humanidad no contaba con el millón de ojos de mosca de los medios zumbando desvelados sobre las cosas, y es posible que ninguna época de la historia haya vivido tan asfixiada como esta por la acumulación de evidencias atroces sobre la condición humana. Ahora todo quiere ser espectáculo, la arquitectura quiere ser espectáculo, la caridad quiere ser espectáculo, la intimidad quiere ser espectáculo, y una parte inquietante de ese espectáculo es la caravana de las desgracias planetarias.
Nuestro tiempo es paradójico y apasionante, y de él podemos decir lo que Oscar Wilde decía de ciertos doctores: “lo saben todo pero es lo único que saben”. El periodismo no nos ha vuelto informados sino noveleros; la propia dinámica de su labor ha hecho que las cosas sólo nos interesen por su novedad: si no ocurrieron ayer sino anteayer ya no tienen la misma importancia.
Por otra parte, la humanidad cuenta con un océano de memoria acumulada; al alcance de los dedos y de los ojos hay en los últimos tiempos un depósito universal de conocimiento, y parecería que casi cualquier dato es accesible; sin embargo tal vez nunca había sido tan voluble nuestra información, tan frágil nuestro conocimiento, tan dudosa nuestra sabiduría. Ello demuestra que no basta la información: se requiere un sistema de valores y un orden de criterios para que ese ilustre depósito de memoria universal sea algo más que una sentina de desperdicios.
Es verdad que solemos descargar el peso de la educación en el llamado sistema escolar, olvidando el peso que en la educación tienen la familia, los medios de comunicación y los dirigentes sociales. Hoy, cuando todo lo miden sofisticados sondeos de opinión, deberíamos averiguar cuánto influyen para bien y para mal la constancia de los medios y la conducta de los líderes en el comportamiento de los ciudadanos.
Cuenta Gibbon en la “Declinación y caída del Imperio Romano” que, cuando en Roma existía el poder absoluto, en tiempos de los emperadores, dado que en cada ser humano prima siempre un carácter, con cada emperador subía al trono una pasión que por lo general era un vicio: con Tiberio subió la perfidia, con Calígula subió la crueldad, con Claudio subió la pusilanimidad, con Nerón subió el narcismo criminal, con Galba la avaricia, con Otón la vanidad, y así se sucedían en el trono de Roma los vicios, hasta que llegó Vitelio y con él se extendió sobre Roma la enfermedad de la gula. Pero curiosamente un día llegó al trono Nerva, y con él se impuso la moderación, lo sucedió Trajano y con él ascendió la justicia, lo sucedió Adriano y con él reinó la tolerancia, llegó Antonino Pío y con él la bondad, y finalmente con Marco Aurelio gobernó la sabiduría, de modo que así como se habían sucedido los vicios, durante un siglo se sucedieron las virtudes en el trono de Roma. Tal era en aquellos tiempos, al parecer, el poder del ejemplo, el peso pedagógico de la política sobre la sociedad.
En nuestro tiempo el poder del ejemplo lo tienen los medios de comunicación: son ellos los que crean y destruyen modelos de conducta. Pero lo que rige su interés no es necesariamente la admiración por la virtud ni el respeto por el conocimiento. No son la cordialidad de Whitman, la universalidad de Leonardo, la perplejidad de Borges, la elegante claridad de pensamiento de Oscar Wilde, la pasión de crear de Picasso o de Basquiat, o el respeto de Pierre Michon por la compleja humanidad de la gente sencilla, lo que gobierna nuestra época sino el deslumbramiento ante la astucia, la fascinación ante la extravagancia, el sometimiento ante los modelos de la fama o la opulencia. Podemos admirar la elocuencia y ciertas formas de la belleza, pero admiramos más la fuerza que la lucidez, más los ejemplos de ostentación que los ejemplos de austeridad, más los golpes bruscos de la suerte que los frutos de la paciencia o de la disciplina.
Quiero recordar ahora unos versos de T. S. Eliot: “¿Dónde está la vida que hemos perdido en vivir? ¿Dónde la sabiduría que hemos perdido en conocimiento? ¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en información?


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martes, 8 de octubre de 2013

Golondrinas! - Alfonsina Storni

 
Las dulces mensajeras de la tristeza son...
son avecillas negras, negras como la noche.
¡Negras como el dolor!

¡Las dulces golondrinas que en invierno se van
y que dejan el nido abandonado y solo
para cruzar el mar!

Cada vez que las veo siento un frío sutil...
¡Oh! ¡Negras avecillas, inquietas avecillas
amantes de abril!

¡Oh! ¡Pobres golondrinas que se van a buscar
como los emigrantes, a las tierras extrañas,
la migaja de pan!

¡Golondrinas, llegaos! ¡Golondrinas, venid!
¡Venid primaverales, con las alas de luto
llegaos hasta mí!

Sostenedme en las alas... Sostenedme y cruzad
de un volido tan sólo, eterno y más eterno
la inmensidad del mar...

¿Sabéis cómo se viaja hasta el país del sol?...
¿Sabéis dónde se encuentra la eterna primavera,
la fuente del amor?...

¡Llevadme, golondrinas! ¡Llevadme! ¡No temáis!
Yo soy una bohemia, una pobre bohemia
¡Llevadme donde vais!

¿No sabéis, golondrinas errantes, no sabéis,
que tengo el alma enferma porque no puedo irme
volando yo también?

¡Golondrinas, llegaos! ¡Golondrinas, venid!
¡Venid primaverales! ¡Con las alas de luto
llegaos hasta mí!

¡Venid! ¡Llevadme pronto a correr el albur!...
¡Qué lástima, pequeñas, que no tengáis las alas
tejidas en azul!


Alfonsina Storni